Artículo de Diego Cañamero publicado en eldiario.es de Andalucía

Imagina, por un momento, la Andalucía de mitad de siglo, dentro de 25 años. Nuestra tierra puede llegar a ser un desierto, y no sólo industrial, que ya lo padecemos, sino incluso físico. Andalucía es uno de los territorios que más va a sufrir el cambio climático, incluso cambiando su propia geografía. Y esto no es un designio divino. Las políticas influyen. Hay políticas que buscan el interés privado de minorías opulentas cuyo objetivo es sacar la mayor ganancia en el menor tiempo posible. Y también hay políticas que persiguen el bien común, intentando el beneficio colectivo de las mayorías sociales, el pueblo. Es lo que históricamente ha diferenciado a derechas e izquierdas.
La acción política de los partidos de izquierdas busca, precisamente, el beneficio de la gente humilde, mejorar materialmente sus vidas. Aunque por desgracia muchas veces con análisis equivocados, pero con la creencia que hacen lo mejor.
Cuando defendemos la educación y la sanidad públicas, también estamos defendiendo el legado de generaciones enteras de trabajadores y trabajadoras que se pelearon por conseguir esos derechos que ahora disfrutamos y nos están robando. Sin esa lucha constante, llena de sacrificios, represión, (¿cuántos estuvimos en las cárceles y fuimos apaleados y torturados?) injusticias y persecuciones, de millones de personas en todo el mundo, hoy viviríamos en una selva donde los que tienen dinero y poder impondrían cómodamente su voluntad al resto.
En todo ese tiempo, la auto-organización de los de abajo ha pasado por muchas etapas y experiencias y de todas ellas se ha aprendido. Sociedades secretas, asociaciones de apoyo mutuo, sindicatos, partidos, movimientos sociales… la historia conoce muchas realidades diferentes, pero existe un nexo común en todas ellas: son herramientas, instrumentos, para ese objetivo del bien común. Nunca fueron un fin en sí mismas. Porque cuando el medio se convierte en fin se pierde el sentido de la lucha.
Conviene recordar esta enseñanza de la historia del movimiento obrero y popular precisamente hoy, en Andalucía y a las puertas del homenaje a Blas Infante en 2025. Hace días algunas personas, de diferentes culturas políticas, de profesiones distintas, pero con un mismo sentir, publicamos un manifiesto por la unidad de las izquierdas para defender la Andalucía de Blas Infante. Un texto que desde un diagnóstico objetivo de la actual realidad andaluza y de las malas políticas que sufrimos por parte del gobierno de derechas de Moreno Bonilla viene a lanzar un llamamiento para superar los egos, los intereses personales, los dogmatismos de uno u otro signo y los intereses partidistas, en virtud de un deber mayor que nos debe unir a todos y todas las personas de izquierdas: la defensa del bien común.
Y la unidad, no en el vacío, sino sobre un programa e ideas, como defendió nuestro Julio Anguita, (¿que buscaba este político decente cuando propuso Convocatoria por Andalucía en 1986?), dejando las cosas claras, es precisamente una de las mejores armas que podemos tener para avanzar en ese sentido. Si la izquierda no enamora al pueblo, si no es capaz de levantar su moral, de despertar ilusión y esperanza no seremos capaces de doblarle el pulso a la derecha en nuestra tierra. Y eso sólo es posible presentando una alternativa, no tres o cuatro, una, donde el encuentro de personas honestas que amen la justicia y luchen incansablemente por la dignidad del pueblo despierte esa pasión que hace que los pueblos se levanten y caminen por las amplias avenidas de la historia, como decía Salvador Allende.
Porque eso es precisamente lo que pretendemos. Levantar Andalucía, levantar a nuestro pueblo. Y sólo lo podremos lograr con unidad, dejando atrás los celos y rencores, los sinsabores del pasado. No estamos para regalos, lo queremos todo y lo podemos conseguir. Sólo el pueblo salva al pueblo y la izquierda política y social, desde un enfoque transformador y crítico, como herramienta de ese pueblo, tiene la obligación ética de estar a la altura del momento histórico que nos ha tocado vivir.
No podemos mirar para otro lado cuando asesinan a decenas de miles de niños y niñas inocentes en Gaza, cuando detienen y deportan a miles de migrantes en EEUU. Tampoco podemos permanecer impasibles cuando aquí reprimen las luchas obreras o cuando privatizan servicios públicos. O cuando cortan olivos centenarios para sembrar olivos en setos o establecer macroplantas. Renovables sí, pero no así. Hay que reaccionar de una vez ante la destrucción de la sanidad y la educación pública andaluza. Hay que convertir la indignación social en organización y alternativa política y electoral que desafíe de una vez, y en serio, a la mayoría social del PP en Andalucía.
Y eso sólo lo va a poder hacer la izquierda crítica, comprometida y transformadora. Del PSOE que mantiene 40 contratos de armas y munición con el sionismo genocida y aprueba el mayor gasto de armamento en la historia, que mantuvo un régimen clientelar durante 37 años en Andalucía, que comenzó la privatización de la sanidad pública, no podemos esperar nada. No son alternativa a la derecha y a Moreno Bonilla porque no son creíbles.
Esta tarea de levantar a nuestro pueblo, por Sí, por los Pueblos y por la Humanidad, sólo lo podrá conseguir la unidad estratégica de la izquierda alternativa con el andalucismo que ama a esta tierra, generando confianza y consensos, desde el respeto más absoluto a la autonomía de las partes y actores. Nadie puede ni debe imponer nada al resto. Se acabaron los tiempos de las jefaturas verticales. Generosidad, confianzas mutuas, empatías, aprender a escuchar al diferente, al que no piensa exactamente como tú, pero que está a tu lado sosteniendo la pancarta, compartiendo horas de piquete de huelga o de tribuna parlamentaria.
Lo podemos lograr, lo debemos lograr. De que se consiga o no, va a depender el futuro de Andalucía. Ahí está nuestra responsabilidad y el momento es ahora. Te necesitamos, nos necesitamos. Unidas podemos conseguirlo.
Diego Cañamero, jornalero andaluz